Requiem por Walpole por Diego Cobián.

Llegó como le llegan a uno las cosas buenas. Se acercó a mí por aquella época en que el teatro era una de mis aficiones de adolescente y me propuso que me fuera con él a actuar los sábados al Parque Lenin. Y así fue que cada fin de semana, nos recogía a mí y a otros jóvenes una guagüita en su casa y la pasábamos requeté bien, actuando y entreteniendo, pero también jodiendo donde quiera que fuéramos a “trabajar”. Aquel señor, de carácter alegre y paciencia a toda prueba, se divertía y nos hacía divertir, sin que apenas sintiéramos diferencias entre su edad y la nuestra.

Yo, que para entonces metía mi nariz en todo lo que rondaba a mi alcance, descubrí un día mirando la fachada de su casa, que él también pintaba. No las paredes solamente, sino grandes óleos sobre tela de saco, que yo jamás entendí qué significaban, pero que tenían colores vivos y mezclados que llamaban mi atención. Y de nuevo me fui con él, esta vez a pintar sus óleos para una exposición que preparaba por aquellos días en la galería de veintitrés y doce, en El Vedado. Siga leyendo en este enlace.
www.cubaencuentro.com/opinion/articulos/requiem-por-walpole-245029

2 comments